agosto 20, 2010

HISTORIAS DEL DIARIO 2.- "dos trenes y un destino"

Zürich no es Milán, y ni siquiera en verano se le parece. Por eso cuando el Dalí enfocó la mañana del pasado lunes la recta de entrada a la estación de Zürich Hauptbahnhof la cara de los viajeros que habían tomado en Barcelona el tren de Renfe con destino a la ex ciudad de Mourinho era todo un ...poema. Algunos de ellos se iban de vacaciones por Italia, otros a trabajar y, unos pocos, regresaban a sus casas. Pero en la era del wifi, los gps y las comunicaciones instantáneas ninguno sospechó acabar en la ciudad de los seguros.

Algunos se preguntaran que ¿cómo un tren puede desviarse por error más de 300 kilómetros de su destino saltándose una frontera (por cierto, no UE)? ¿la típica pifia española? Error amigos “que ya ganamos nuestros mundiales”: la noche del domingo, un guardarraíles de la todopoderosa Sociedad de Ferrocarriles Francesa (con los japoneses, la élite del chucuchu), se vio alcanzado por la “rutinaria” operación de orientar en Lyon dos trenes internacionales en poco tiempo. “Estas vías para este sitio… estas otras, para el otro…”, se dijo el operario francés. ¿Quién no se ha equivocado con el Ibertren alguna vez”. Y el que iba hacia Zürich, que también venía de España, se lió camino de Milán.

El talento español
Según cuenta la crónica, el maquinista del Convoy Casals de Renfe (¿Por qué los de Asturias no tienen estos nombres?) se percató cien kilómetros más delante de Lyon que no iba por donde quería…”Qué rápido he llegado a los Alpes”?. Pero he aquí el talante/o español: improvisó un recorrido alternativo por esas vías transeuropeas de Dios para llegar a Suiza con sólo 3 horas de retraso. El otro, sin embargo, se dejó llevar a Zurich. Quizás el destino. Los viajeros de ambos trenes fueron indemnizados por la SFF gala y trasladados, los primeros, a Milán.

La suerte, ¡bendita! hizo que nada se cruzase en el camino de estos dos trenes. Al posarse en Zürich, Amelia, una de los viajeras más jóvenes, relajó por un segundo su cabreo al reconocer en la cafetería de la estación a Juan, su antiguo novio. Llevaba años sin verlo, desde que juntos acabaran Enfermería en Oviedo. Tras la sorpresa y el protocolario beso, una conversación larga, quizás pendiente. La Erasmus le invitó a comer en un coqueto restaurante junto al Sihl. Amelia fue la única que no tomó el autobús a Milán. Lo hizo voluntariamente, sin acordarse ya del guardarraíles.

MUSICA INSPIRADA: BSO Amelie, de Yann Tiersen

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