agosto 20, 2010

HISTORIAS DEL DIARIO 3.- "el loro de Tarquinia"

Que los juzgados están saturados lo sabe todo el mundo: asesinatos y crímenes, robos, divorcios, problemas con las drogas, el alcohol, el tráfico de todo tipo, altercados, difamaciones, herencias, violencia de género, vandalismo, terrorismo, la Gürtel con brugal, inmigración, matrimonios de conveniencia… !menudo embudo administrativo ¡. En fin, todo ello espejo de la complejidad humana. Aquí y en la Conchichina española (la actual Da Nag, con su capital Saigon).

Pero en su ajetreada vida profesional en el Palacio de Giustizia de Viterbo, pocas cosas tuvo que tratar Enrico Santon como la denuncia presentada por Fabio y Paolo, dos amigos, uno romano y otro napolitano, de vacaciones por Tarquinia, en el centro de Italia, que querían “enchironar” a un loro (aunque fue imaginado, que paradoja acabar como castigo en una jaula aún mayor) por “vejaciones públicas, ofensas deshonrosas y escarnecimiento sistemático”. La denuncia, que venía de una comisaría de Roma, venía tipificada como stalking, una forma de acoso o persecución constante, tipificada y penada en por los órdenes de justicia italianos. Enrico había visto cientos, miles… de denuncias contra personas por acechos y hostigamientos obsesivos de todo tipo. Pero ésta: ¡contra un loro!.

Los hechos podrían parecer a ojos de un español uno de aquellos chistes de Manolo de Vega o de Arévalo, con el papagayo en agosto, pidiéndole al del Butano en la zona vieja de Barcelona “15 bombonas pal Séptimo”, y sin ascensor…. pero lo cierto es que el señor Santon tuvo que citar a la Corte a Fabio y a Paolo, los dos enojados turistas treintañeros, algo “pasadetes” de moda, para ver como resolvía el asunto. Y por supuesto: la dueña del loro. Quizás todo se resolviese con una disculpa amable de ésta última. Paolo y Fabio le contaron a Enrico lo sucedido: “el loro nos insultaba mañana, tarde y noche”. A Paolo lo llamaba gordo, y bola de grasa; y, objetivamente, se trataba de una persona obesa. Y a Fabio “terrone” una expresión coloquial italiana, a modo de gentilicio despreciativo, similar a “polaco” al referirse a un catalán, o “gabacho” al francés, y que se atribuye a los habitantes del sur de Italia. Considerar terrone, como insulto era mucho ya para Enrico. ¿Quién en Asturias o en España no ha dicho alguna vez eso de “no seas güeriano/o paleto” al referirse a los de pueblo”. Por no decir cuando los argentinos nos llaman “gallegos”, o los mejicanos “gringos” a nuestros “yankees”.

En el juzgado
¿Se han parado a pensar cuanto racismo esconden estos segundos gentilicios: pipotes, ruskis, amarillos, chucrucks, gachupin, tanos, spaguettis… Enrico no sabía muy bien qué hacer para resolver el tema. Los derivó a otra sala y llamó a su despacho a la faltosa ave y a su dueña.

La ave no dijo ni pío y la señora, muy nerviosa, se explicó: “El piso alquilado era mío y no me fiaba de que cumplieran lo hablado y se marcharan (Fabio y Paolo) a la semana”. Así que, tirando de la locuacidad del loro, nada como un poco de guerra psicológica, para solucionar a tiempo y a cajas destempladas un posible mal negocio. Perplejo Santón, le recomendó a la señora pedir disculpas a los dos amigos turistas, hecho que hizo nada más que entraron en la sala. El loro siguió sin decir ni pío. Enrico le impuso una pequeña sanción administrativa. Y le dijo que si la pagaba allí, que todo quedaría reducida a la mitad de sus euros (150) y en una “curiosa anécdota” en su expediente. Así lo hizo Sofía: Santón la acompañó incluso a la planta de abajo, para efectuar el pago… Pero como la venganza es un plato que se sirve frío, Paolo y Fabio aprovecharon el momento para coger el loro, meterlo en una bolsa de plástico… y marcharse corriendo del Juzgado hasta el primer parque cercano.

Allí, lejos de soltarle (que sería ya bastante castigo para el papagayo) empezaron a sacudir la bolsa fuertemente contra un árbol, en una acción que, como poco, podría ser considerado hurto y maltrato animal. Eso lo mínimo, que no veas cómo está el tema como lo de los toros en Cataluña. Lo más curioso (aún y si cabe) fue que, Fabio y Paolo, lejos de consumar su acto, no pudieron más que sonreír al ver cómo el loro, tras abrir la bolsa para comprobar su estado, salto de un vuelo al hombro de Fabio, diciéndoles como solo saben hablar los loros: “Coño gordo, terrone, amigos: ¡vaya terremoto!”. Tras una buena risa, volvieron al encuentro de Sofía y Enrico.

MUSICA INSPIRADA: BSO La Vita e bella, de Nicola Piovani

1 comentario:

  1. siempre me ha dado qué pensar lo que sucede detrás de las películas. ¿Qué opinaría el Ministerio de Cultura Mexicano de los destrozos de Indiana Jones en su última película? ¿Cubre el seguro los destrozos de tu coche si te ves envuelta en una persecución con Bruce Willis y compañía? Esto es algo parecido, la historia detrás de la historia. Me gusta.

    ResponderEliminar